viernes, 14 de septiembre de 2007

EL progreso del peregrino - Capítulo XVI

CAPITULO XVI

Los peregrinos son hospedados por los Pastores de las Montañas de Delicias.

Caminando nuestros peregrinos, llegaron por fin a las Montañas de Delicias, propiedad del Señor del Collado, de que nos hemos ocupado ya. Subieron a ellas para contemplar los jardines, viñedos y fuentes de agua; allí también bebieron, se lavaron y comieron libremente del fruto de las viñas. En lo alto de estas montañas había Pastores apacentando sus rebaños; y precisamente estaban entonces a poca distancia del camino. Se acercaron a ellos los peregrinos, y apoyados en sus báculos (como suelen hacer los viajeros cansados, cuando se detienen a hablar con alguien en el camino), les preguntaron de quién eran aquellas Montañas de Delicias y los ganados que en ellas pastaban.

PASTORES. — Estas montañas son del país de Emmanuel, y desde ellas se distingue la Ciudad Celestial; también son suyas las ovejas, por las cuales él puso su vida.

CRISTIANO. — ¿Es este el camino para la Ciudad Celestial?

PAST. — Estáis precisamente en él.

CRISTIANO — ¿Cuánta distancia hay aún hasta allá?

PAST. —Demasiada para los que nunca han de llegar; pero muy poca para los que son perseverantes.

CRISTIANO — ¿Es el camino peligroso o seguro?

PAST. — Seguro para los que debe serlo; pero los transgresores caerán en él.

CRISTIANO — ¿Hay aquí algún alivio para los peregrinos que llegan cansados y desfallecidos del camino?

PAST. — El Señor de estas montañas nos ha encarecido siempre la hospitalidad; por tanto, cuanto bueno hay aquí está a vuestra disposición.

Entonces vi en mi sueño que enterados los Pastores de que aquellos eran peregrinos, les hicieron algunas preguntas sobre su país natal, su entrada en el buen camino, su perseverancia en seguirlo, porque son muy pocos los que llegan en su viaje a estas montañas, y cuando oyeron las satisfactorias respuestas de aquéllos, los agasajaron mucho y les dieron la más cordial bienvenida.

Los pastores se llamaban Ciencia, Experiencia, Vigilancia y Sinceridad. Tomaron, pues, de la mano a los peregrinos y los introdujeron en sus tiendas.

—Aquí permaneceréis con nosotros un poco de tiempo —les dijeron—para que nos conozcamos bien y os regocijéis con las delicias de estas montañas.

—Con muchísimo placer lo haremos—contestaron, y tomaron alojamiento por aquella noche, porque era ya tarde y el día ya había declinado.

A la mañana siguiente invitaron a Cristiano y Esperanza a dar un paseo por las montañas. La perspectiva que a los ojos de los peregrinos se presentó era sobremanera maravillosa. Mas no pararon aquí los agasajos de los Pastores.

—Vamos a enseñarles—deliberaron y acordaron entre —algunas maravillas—; y los llevaron primeramente a la cima de una montaña llamada Error, cuya bajada era muy perpendicular por el lado opuesto, y les hicieron mirar hacia el fondo, donde pudieron ver a muchos que, al caer de aquella altura, habían quedado completamente despedazados. Dijo entonces:

CRISTIANO — ¿Qué significa esto?

PAST. — ¿No habéis oído hablar de aquellos que se extraviaron por haber prestado oído a lo que decían Himeneo y Fileto acerca de la resurrección del cuerpo?, pues esos que veis son los mismos, y siguen hasta el día e hoy sin sepultura, como estáis viendo, para ejemplo de los demás, para que cuiden de no subir demasiado alto acercarse mucho al borde de esta montaña.

Después los condujeron a la cima de otra montaña, cuyo nombre era Cautela, y les hicieron mirar a lo lejos, señalándoles a algunos hombres que estaban dando vueltas arriba y abajo entre los sepulcros que allí había. Aquellos hombres eran ciegos, porque tropezaban en los sepulcros no podían salir de entre ellos.

CRISTIANO — Y esto, ¿qué quiere decir?

PAST. — ¿No veis un poco más abajo, al pie de estas montañas, unos escalones que dan a una pradera, a la izquierda del camino? Desde aquellos escalones va una senda directamente al Castillo de la Duda, cuyo dueño es el Gigante Desesperación, y estos hombres (señalando los de entre las tumbas) vinieron una vez en peregrinación, como vosotros lo hacéis ahora, hasta llegar a esos escalones, y porque el camino recto les parecía áspero en aquel sitio, determinaron salirse de él y tomar por esa pradera, donde los cogió el Gigante Desesperación y los metió en el castillo de la Duda; y después de tenerlos en el calabozo por algunos días, les sacó los ojos y los condujo a estos sepulcros, donde los ha dejado vagar hasta el día de hoy, para que se cumpliese el dicho del sabio: "El hombre que se extravía del camino de la sabiduría, vendrá a parar a la compañía de los muertos". Entonces se miraron el uno al otro, Cristiano y Esperanza, con ojos llenos de lágrimas, pero nada dijeron a los Pastores.

En seguida los llevaron a otro sitio, al fondo de un valle. Había allí una puerta, en la falda del collado, la cual abrieron. "Mirad adentro", les dijeron; miraron y vieron que todo el interior estaba muy oscuro y lleno de humo; les pareció también que oían un ruido atronador como de fuego, y gritos como de quien está sufriendo tormentos; también sentía el olor de azufre.

CRISTIANO — Explicadme esto.

PAST. — Este es un postigo del Infierno, por el cual entran los hipócritas, como los que, como Esaú, venden su primogenitura; los que venden a su Maestro, como Judas; los que blasfeman del Evangelio, como Alejandro; los que mienten y fingen, como Ananías y su mujer.

ESPERANZA — Por lo que veo éstos han tenido todos señales de peregrinos como nosotros, ¿no es verdad?

PAST. — Sí, y algunos de ellos por mucho tiempo.

ESPERANZA — ¿Hasta qué punto habían llegado en su peregrinación, puesto que al fin se han perdido tan miserablemente?

PAST. — Unos habían llegado más allá, y otros más acá de estas montañas.

Entonces se dijeron los peregrinos entre sí: Preciso nos es llamar a Aquél que es poderoso para pedirle fuerzas.

PAST. — Sí, y preciso os será también emplearlas una vez recibidas.

En esto manifestaron los peregrinos deseo de proseguir su camino, y los pastores convinieron en ello, y así anduvieron juntos hasta salir de las montañas. Entonces dijeron los Pastores unos a otros: "Vamos a mostrar a estos peregrinos la puerta de la Ciudad Celestial, si es que tienen habilidad para mirar por nuestro anteojo." Cristiano y Esperanza aceptaron la invitación, y llevados a la cima de le otra montaña llamada Clara, recibieron el anteojo.

Procuraban mirar, en efecto, pero el recuerdo de lo que habían visto últimamente hacía temblar su mano de tal manera, que no podían ajustar el anteojo a su vista; sin embargo, creyeron divisar algo que parecía ser la puerta, también algo de la gloria del lugar. Con esto se despidieron e iban cantando por su camino:

"Secretos nos revelan los Pastores Que están, para otros hombres, bajo velo; A ellos venid, pues son reveladores De “bellas cosas que nos guarda el cielo.”

Al despedirse, uno de los Pastores les dio una indicación del camino; otro les intimó que estuviesen prevenidos contra el Adulador; el tercero les aconsejó que se guardasen de dormir en el terreno Encantado, y el cuarto les deseó buen viaje en compañía del Señor. Entonces yo desperté de mi sueño.

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