viernes, 14 de septiembre de 2007

EL progreso del peregrino - Capítulo XIV

CAPITULO XIV

Cristiano encuentra un excelente compañero en Esperanza, y ambos, inflamados del amor de Dios, resisten a los sofismas sutiles de varios sujetos que encuentran en su camino.

Entonces vi en mi sueño que Cristiano no había salido solo, sino que iba acompañado de Esperanza, que había llegado a ser tal al ver la conducta de Cristiano y Fiel, al oír sus palabras y presenciar sus sufrimientos en la feria. Este se juntó a Cristiano, y entrando con él en pacto fraternal, prometió que sería su compañero. Así sucedió que por uno que murió por dar testimonio de la verdad, se levantó otro de sus cenizas para ser compañero de Cristiano en su viaje; y añadió Esperanza que había otros muchos en la feria que a la primera oportunidad le seguirían.

Vi luego que no habían andado aún mucho camino, cuando alcanzaron a uno, que se llamaba Interés-privado, a quien preguntaron de dónde venía y adonde iba. —Vengo—les contestó—de la ciudad Buenas-palabras y me dirijo a la ciudad celestial. Más no les dijo su nombre.

CRISTIANO — ¿De Buenas-palabras? ¿Vive alguien bueno allí?

INTERÉS PRIVADO — Pues claro; ¿quién duda eso?

CRISTIANO — ¿Tiene usted la bondad de decirme su nombre?

INTERÉS PRIVADO — (Caballero, yo soy un extraño para usted, y usted lo es para mí; si usted va por ese camino, me alegraré tener su compañía, y si no, me pasaré sin ella.

CRISTIANO — He oído alguna vez hablar de esa ciudad de Buenas-palabras, y, según dicen, es un lugar de muchas riquezas.

INTERÉS PRIVADO — Sí, por cierto; le puedo asegurar que las hay, y tengo allí muchos parientes muy ricos.

CRISTIANO — ¿Me permite usted que le pregunte quiénes son esos parientes?

INTERÉS PRIVADO — Casi todos los de la ciudad; {pero en particular el señor Voluble, el señor Contemporizador, el señor Buenas-palabras, de cuyos ascendientes tomó primero su nombre la ciudad. También los señores Halago, Dos-caras, Cualquier-cosa, el Vicario de nuestra parroquia señor Dos-lenguas, que era hermano de mi madre por parte de padre, y para decir toda la verdad, soy un caballero de muy buena sangre, y, sin embargo, mi bisabuelo no era más que un barquero que miraba en una dirección y remaba hacia la opuesta, en cuya ocupación he adquirido yo casi toda mi hacienda.

CRISTIANO — ¿Es usted casado?

INTERÉS PRIVADO — Sí, y mi mujer es una señora muy virtuosa, hija de otra señora también virtuosísima, la excelentísima señora doña Astucia, y por eso viene de una familia muy respetable, y ha llegado a tal grado de cultura, que sabe perfectamente cómo llevar los aires lo mismo a un príncipe que a un campesino. Verdad es que diferimos algo de los más estrechos en materia de religión; pero es solamente en dos pequeños puntos: primero, nunca peleamos contra viento y marea; segundo, somos más celosos por la religión cuando se nos presenta con sandalias de plata, y nos gusta mucho acompañarla en público cuando es a la luz del sol, y la gente lo ve y lo aplaude.

Entonces Cristiano se volvió hacia su compañero Esperanza, y le dijo aparte: —Si no me equivoco, éste es un tal Interés-privado, natural de Buenas-palabras; y si así es, llevamos en nuestra compañía el pillo más consumado de estos contornos.

—De seguro que no tendrá vergüenza en confesarlo -dijo Esperanza.

Se le acercó, pues, Cristiano otra vez, y le dijo: —Caballero, usted habla como un gran conocedor del mundo, y si no estoy mal informado, me parece que ya adivino quién es usted. ¿No se llama usted el Sr. Interés-privado de buenas-palabras?

INTERÉS PRIVADO — No, señor; mi nombre no es ése, aunque en verdad ése me han dado algunos que no pueden sufrirle, y tengo que llevarlo resignadamente como un baldón, como lo han hecho otros buenos hombres antes que yo.

CRISTIANO — ¿Pero no ha dado usted motivos para que le pongan ese mote?

INTERÉS PRIVADO — Nunca, jamás; lo único que alguna vez he echo que pudiera darles motivo ha sido que siempre he tenido la suerte de que mis juicios hayan coincidido con los del tiempo presente, cualquiera que fuese, y siempre me han salido bien. Pero esto debo mirarlo como una gran bendición, y no es justo que por ello los malévolos me llenen de reproches.

CRISTIANO — Yo había conjeturado que era usted aquel de quien había oído hablar, y si he de decir lo que pienso, le temo mucho que efectivamente ese nombre le pertenece usted con más justicia de lo que usted quiere que nosotros creamos.

INTERÉS PRIVADO — Bueno; si así le place a usted, yo no lo puedo remediar; con todo, verán ustedes en mí un compañero decente si se deciden a admitirme a su lado.

CRISTIANO — Si usted quiere venir con nosotros tendrá usted que remar contra viento y marea, y, según parece, esto no entra en su credo. Tendrá usted que reconocer a la religión lo mismo en sus andrajos que en su esplendor, y acompañarla lo mismo cuando sufra persecuciones que cuando pasee por las calles con aplauso.

INTERÉS PRIVADO — No quiera usted imponerse ni enseñorearse de mi fe; déjeme a mi libertad, y con esta condición le acompañaré.

CRISTIANO — Ni un paso más si no se conforma usted con lo que nosotros hagamos.

INTERÉS PRIVADO — Yo nunca abandonaré mis antiguos principios, puesto que son inocentes y provechosos. Si usted no me permite acompañarle, haré lo que antes de alcanzar a usted: andar sólito hasta que encuentre alguien que guste de mi compañía.

Entonces vi en mi sueño que le abandonaron Cristiano y Esperanza, y se conservaron a cierta distancia delante de él. Pero volviendo uno de ellos los ojos, vio a tres hombres que seguían al señor Interés-privado, y cuando le hubieron dado alcance, él les hizo una profunda reverencia, recibiendo de ellos un cariñoso saludo. Los nombres de estos sujetos eran el señor Apego-al-mundo, el señor Amor-al-dinero y el señor Avaricia, a los cuales Interés-privado había conocido antes, porque se habían educado juntos en la misma escuela del señor Codicioso de la ciudad de Amor-a-las-ganancias.

Este maestro les había enseñado el arte de adquirir, fuese por violencia, fraude, adulación, mentira o so pretexto de religión, y todos cuatro habían salido tan aventajados que por sí mismos podían ponerse al frente de dicha escuela.

Después que, como he dicho, se saludaron recíprocamente, Amor-al-dinero preguntó a Interés-privado quiénes eran los que iban delante, porque todavía se veía a lo lejos a Cristiano y Esperanza.

INTERÉS PRIVADO — Son dos hombres de un país lejano que van de peregrinación, la cual hacen a su modo.

AMOR-AL-DINERO. — ¡Qué lástima que no se hayan detenido para que gozáramos de su buena compañía, porque ellos y usted y nosotros todos somos peregrinos!

INTERÉS PRIVADO — Es verdad; pero los hombres que van delante son tan rígidos, aman tanto sus propias ideas y tienen en tan poca estima las opiniones de los demás, que, por piadoso que sea un hombre, si no piensa en todo como ellos le despiden de su compañía.

AVARICIA. — Eso es malo; pero leemos de algunos que son demasiado justos, y su rigidez les hace juzgar y condenar a todos menos a sí mismos. Dígame usted: ¿cuáles y cuántos eran, los puntos sobre que se diferenciaban ustedes?

INTERÉS PRIVADO — Pues ellos, en su inflexibilidad, concluyen que es su deber proseguir su camino en todos los tiempos, mientras yo quiero esperar al viento y a la marea; ellos están por arriesgarlo todo por Dios, y yo por aprovecharme de todas las ocasiones para asegurar mi vida y hacienda ; ellos se empeñan en mantener sus ideas, aunque vayan en contra de todos, y yo sigo la religión en cuanto y hasta donde lo permitan los tiempos y mi propia seguridad; ellos quieren a la religión aunque esté pobre y desgraciada, y yo cuando anda en esplendor y con aplauso.

APEGO-AL-MUNDO. — Sí, y tiene usted muchísima razón. Yo, por mi parte, considero muy tonto al que, pudiendo guardar lo que tiene, es tan necio que lo pierde; seamos sabios como serpientes y seguemos la hierba cuando esté en sazón. La abeja se está quieta todo el invierno, y solamente se mueve cuando puede unir el provecho con el placer. Dios envía unas veces la lluvia y otras veces el sol; si ellos son tan tontos que quieren andar aún con lluvia, contentémonos nosotros con andar en el buen tiempo. Por mi parte, me gusta más la religión que sea compatible con la posesión y goce de las dádivas de Dios. Porque ya que Dios nos ha otorgado las cosas buenas de esta vida, ¿quién será tan irracional que pueda imaginarse que el Señor no quiere que las guardemos y gocemos por su causa? Abraham y Salomón se enriquecieron en su religión. Job dice que un hombre bueno atesorará oro como el polvo; pero de seguro no sería como esos hombres que van delante de nosotros, si son como usted los ha descrito.

AVARICIA. — Me parece que estamos todos de acuerdo sobre este punto; no hace falta, pues, que nos ocupemos más de ello.

AMOR-AL-DINERO. — No; está ya de sobra toda palabra sobre esto, y el que no cree ni en la Escritura ni en la razón (y vea usted que arriba están de nuestra parte), ni conoce su propia libertad ni busca su propia seguridad.

INTERÉS PRIVADO — Amigos míos, todos somos, según se ve, peregrinos, y para que mejor nos apartemos de las cosas malas, voy a permitirme proponer esta cuestión.

Pongámonos en el caso de un Pastor de almas o un comerciante a quienes se presentase la ocasión de poseer las cosas buenas de esta vida, pero que no las pudiesen alcanzar en manera alguna sin hacerse, por lo menos en la apariencia, extraordinariamente celosos en algún punto de religión en que hasta entonces no se hubiesen metido; ¿no le será permitido poner los medios adecuados para conseguir su objeto, sin dejar por eso de ser un hombre honrado?

AMOR-AL-DINERO. — Veo el fondo de vuestra cuestión, y con el amable permiso de estos caballeros, voy a darle una contestación, y primero quiero considerarla con relación a un Pastor. Supongamos de esta clase un hombre bueno, que posee un beneficio muy pequeño, y que, en expectativa de otro mucho más lucrativo y cómodo, tiene la oportunidad de procurárselo, y esto con la condición) de ser más estudioso, predicar más y con más celo, y porque lo exija el humor de la gente alterar algunos de sus principios ; por mi parte, no veo razón alguna para que ese hombre no pueda hacer esto, y aun mucho más, con tal que tenga ocasión, sin dejar de ser por esto un hombre honrado; ¿y por qué?

1º Su deseo de un beneficio mejor es lícito, sin que esto pueda admitir contradicción, puesto que es la Providencia la que se lo presenta; así, que puede obtenerlo si está a su alcance y no se mezclan cuestiones de conciencia.

2º Además, su deseo de ese beneficio le hace más estudioso y más celoso predicador, y le obliga a cultivar más su talento; todo lo cual, a no dudarlo, es muy conforme con la voluntad de Dios.

3° En cuanto a acomodarse al carácter de su pueblo, abandonando en sus aras algunos de sus principios, esto supone: 1°, que es de un espíritu lleno de abnegación, 2º de un proceder dulce y atractivo, y 3° por lo mismo más apto para el ministerio pastoral.

4° Deduzco, pues, que un Pastor que cambia un beneficio pequeño por otro mayor no debe ser por ello tratado de avaro, sino muy al contrario: puesto que por ello mejora sus facultades y celo, ha de considerarse que no lace más que seguir su vocación y aprovecharse de la oportunidad, puesta en su mano, de hacer bien.

En cuanto a la segunda parte de la cuestión, es decir, con referencia al negociante, supongamos que tiene un negocio muy reducido en el mundo; pero haciéndose religioso, puede mejorar su suerte, tal vez encontrar una esposa rica u obtener más parroquianos y mejores. Por mi parte, no veo razón alguna para que esto no pueda hacerse muy legítimamente, porque: 1°, hacerse religioso es una virtud, sea cualquiera el camino que el hombre tome para llegar a serlo; 2º, también es lícito buscar una esposa rica, o más y mejores parroquianos; 3°, además, el hombre que alcanza estas cosas haciéndose religioso, obtiene una cosa buena de otros que son también buenos, haciéndose bueno él mismo; así que logra muchas cosas, todas buenas: buena esposa, buenos parroquianos, buenas ganancias, y hacerse a sí mismo bueno. Por lo tanto, el hacerse religioso para obtener todas estas cosas es un designio bueno y provechoso.

Esta contestación del señor Amor-al-dinero fue muy aplaudida por todos, y convinieron unánimes en que era buena y ventajosa.

Y no admitiendo contradicción, según a ellos parecía, y estando aún a su alcance Cristiano y Esperanza, acordaron entre sí sorprenderlos con esta cuestión tan pronto como les diesen alcance, con tanto más empeño, cuanto que ambos se habían apuesto antes al Sr. Interés-privado. Así, pues, dieron voces tras ellos, obligándolos a detenerse y esperarlos. Habían decidido que el que propusiese la cuestión no fuese Interés-privado, sino Apego-al-mundo, porque, en su opinión, la contestación que pudiera éste recibir no sería con el calor que antes había habido entre ellos y el señor Interés-privado, al despedirse. Se juntaron, pues, todos, y después de un corto saludo, Apego-al-mundo propuso la cuestión, pidiéndoles solución si podían darla.

Entonces Cristiano dijo: "No yo, sino un niño en religión, podría contestar a mil preguntas como ésta; porque si es ilícito seguir a Cristo por los panes, como se ve en Juan 6,26, ¡cuánto más abominable será servirse de Cristo y de la religión como medio para conseguir y gozar las cosas del mundo! Y sólo los gentiles, hipócritas, demonios y hechiceros pueden aceptar semejante opinión.

1º Los gentiles: así vemos que cuando Hamor y Sichém quisieron poseer la hija y ganados de Jacob, y veían que no había otro camino para ellos que dejarse circuncidar, dijeron a sus compañeros: "Si se circuncidare en nosotros todo varón, así como ellos son circuncidados, sus "ganados y su hacienda, y todas sus bestias serán nuestros".

"Lo que ellos buscaban eran sus hijas y sus ganados, y la religión no era más que el medio para llegar a tal fin.

2° Los fariseos hipócritas fueron también religiosos por este estilo. Oraciones largas eran su pretexto; el devorar las casas de las viudas, su intento; y por eso, su resultado fue mayor condenación por parte de Dios.

3° Esta fue también la religión de Judas: el dinero. Era religioso por la bolsa y lo que ella contenía; pero se perdió; fue echado fuera como hijo de perdición.

4° A la misma estaba también afiliado Simón el Mago, porque quería tener el Espíritu Santo para ganar dinero por este medio; mas recibió de la boca de Pedro la sentencia merecida.

5° Tampoco puedo dejar de enunciar la idea de que aquél que toma la religión para poseer el mundo, la dejará, lo ve necesario para retenerlo; porque, tan cierto como que Judas tuvo por objeto el mundo cuando se hizo religioso, lo es que por el mismo mundo vendió su religión y su Señor. Así que contestar a la cuestión afirmativamente según parece habéis hecho vosotros, y aceptar tal manifestación como buena, es ser pagano, hipócrita e hijo perdición, y vuestra recompensa será acomodada a vuestras obras."

A tal respuesta, se miraron unos a otros sin hallar qué contestar. Esperanza, por su parte, aprobó también la re-contestación de Cristiano; así que hubo un gran silencio entre ellos.

El señor Interés-privado y compañía se detuvieron para que Cristiano y Esperanza pudieran adelantarse. Entonces Cristiano dijo a su compañero: "Si estos hombres no pueden sostenerse ante la sentencia de un hombre, ¿qué les pasará al presentarse al tribunal de Dios? Y si los hacen callar los vasos de barro, ¿qué harán cuando sean sorprendidos por las llamas de un fuego devorador?"

Se adelantaron, pues, otra vez Cristiano y Esperanza, siguieron su camino hasta llegar a una hermosa llanura llamada Alivio. Muy agradable les fue el tránsito por ella; pero era corta, y así, pronto la atravesaron, encontrando al otro lado una pequeña altura llamada Lucro, y en la cual una mina de plata. Algunos de los que antes han pasado por allí habían dejado el camino para visitarla, porque la hallaban muy rara; pero les sucedió que, acercándose demasiado al borde del hoyo, siendo falso el terreno que pisaban, cedió, cayeron y murieron; otros no murieron, pero se imposibilitaron allí, y hasta el día de su muerte no les fue posible recobrar sus fuerzas.

Vi entonces en mi sueño que a poca distancia del camino y cerca de la entrada de la mina, estaba Demás para llamar cortésmente a los peregrinos a que se acercaran a verla. Este dijo a Cristiano y a su compañero: ¡Eh! Venid acá, y veréis una cosa sorprendente.

CRISTIANO — ¿Qué puede haber tan digno que merezca detenernos y desviarnos de nuestro camino?

DEMÁS. — Aquí hay una mina de plata, donde se puede cavar y sacar un tesoro; si queréis venir, con un poco de trabajo podréis proveeros abundantemente.

ESPERANZA — Vamos a verla.

CRISTIANO — Yo no. He oído hablar de este lugar antes de ahora, y de muchos que han perecido en él; además, ese tesoro es un lazo para los que lo buscan, porque les estorba en su peregrinación.

Entonces gritó Cristiano a Demás, diciendo: — ¿No es verdad que el lugar es peligroso? ¿No ha estorbado a muchos en su peregrinación?

DEMÁS. — Es peligroso solamente para aquellos que se descuidan—; pero esto lo dijo sonrojándose.

CRISTIANO — Esperanza, no demos un solo paso en esa dirección; sigamos nuestro propio camino.

ESPERANZA — De seguro que cuando llegue aquí ese señor Interés-privado, si se le hace la misma invitación, se desviará para verlo.

CRISTIANO — Sin duda, porque sus principios le conducen por ahí, y es casi seguro que ahí morirá.

DEMÁS. — ¿Pero no queréis venir para verlo?

CRISTIANO (Negándose resueltamente). — Demás, tú eres enemigo de los caminos rectos del Señor, y ya has sido condenado, por haberte desviado tú mismo, por uno de los jueces de S. M. ¿Por qué procuras envolvernos en semejante condenación? Además, si nos desviamos en lo más mínimo, de seguro nuestro Señor el Rey será sabedor de ello y nos avergonzará allí donde menos queremos ser avergonzados; es decir: delante de él.

DEMÁS. — Yo también soy uno como vosotros, y si me esperáis un poco os acompañaré.

CRISTIANO — ¿Cómo te llamas? ¿No es tu nombre el que te he dado?

DEMÁS. — Sí; mi nombre es Demás, y soy hijo de Abraham.

CRISTIANO — Ya te conozco; tuviste por bisabuelo a Giezi y por padre a Judas, y has seguido sus huellas. Es una trampa infernal la que nos tiendes; tu padre se ahorcó por traidor, y no mereces mejor tratamiento. Te aseguro que cuando lleguemos a la presencia del Rey le informaremos de esta tu conducta. — Y con esto prosiguieron su camino.

En aquel momento llegaron Interés-privado y sus compañeros, y a la primera indicación se acercaron a Demás, No puedo, con seguridad, decir si cayeron en el hoyo por haberse aproximado mucho a su borde, o si bajaron a él para cavar, o si se ahogaron en el fondo por las exhalaciones que de él suelen desprenderse; pero noté que no volvieron a aparecer en todo el camino. Entonces dijo Cristiano: "El Señor Interés-privado y Demás se entienden mutuamente; llama el uno y responde el otro; su codicia los tiene cegados. ¡Infelices! Así pasa a los que sólo piensan en este mundo, creyendo que no hay uno más allá."

Vi después que cuando llegaron los peregrinos al otro lado de la llanura se encontraron con un antiguo monumento, cuya vista los dejó bastante preocupados por lo extraño de su figura; pues parecía una mujer que hubiese sido transformada en figura de una columna. Aquí se detuvieron admirados, y por algún tiempo no se lo podían explicar. Por fin, descubrió Esperanza un letrero sobre la cabeza de la figura; pero no siendo hombre de letras, llamó la atención de Cristiano para ver si lo descifraba. Cristiano, después de un poco de examen, halló que decía: “Acuérdate de la mujer de Lot.” Ambos concluyeron que debía ser la columna de sal en que fue transformada la mujer de Lot por haber mirado hacia atrás con corazón codicioso, cuando huía de Sodoma. Esta vista repentina sorprendente les dio ocasión para el siguiente diálogo:

CRISTIANO — ¡Ah, hermano mío! Muy oportuna es esta vista, sobre todo después de la invitación que nos hizo Demás para pasar al collado de Lucro. Si hubiéramos pasado como él quería, y como también tú, hermano, estabas dispuesto a hacer, por lo que vi, hubiéramos sido hechos también un espectáculo para los que vengan detrás.

ESPERANZA — Mucho me pesa el haber sido tan necio, y extraño no estar ya como la mujer de Lot, porque, ¿qué diferencia hay entre su pecado y el mío? Ella no hizo más que mirar hacia atrás; yo tuve deseo de pasar a verlo. ¡Bendita sea la gracia preventiva! Me avergüenzo de haber abrigado tal deseo en mi corazón.

CRISTIANO — Notemos bien lo que aquí vemos para nuestra ayuda en lo sucesivo; esta mujer se libró de un castigo, porque no pereció en la destrucción de Sodoma, y, sin embargo, le alcanzó otro castigo, como estamos viendo: quedó hecha una estatua de sal.

ESPERANZA — Verdad es; séanos esto de aviso para que evitemos su pecado, y ejemplo del juicio que alcanzará a los que no se corrigen con el aviso. De la misma manera fueron también ejemplo, para que otros aprendiesen, Coré, Dathán y Abiram con los doscientos cincuenta hombres que perecieron con ellos en su pecado. Pero más que nada me preocupa una cosa. ¿Cómo pueden Demás y sus compañeros estar allí tan confiadamente en busca de ese tesoro, cuando esta mujer, por sólo haber mirado hacia atrás (pues no leemos que se desviara un solo paso del camino), se volvió estatua de sal? Y más, si se considera que el juicio que la alcanzó la hizo un ejemplo palpable que hasta entra por los ojos, porque, aunque quieran, no pueden dejar de verla siempre que levantan su vista.

CRISTIANO — Es, en verdad, maravilloso, y esto prueba que sus corazones están ya desahuciados, y con nadie pueden compararse mejor que con los que roban a la misma presencia del juez, o con los que asesinan delante de la misma horca. Se dice de los hombres de Sodoma que eran pecadores en gran manera, porque lo eran "delante de Jehová"; es decir: a sus ojos, y a pesar de las bondades que les había prodigado, porque la tierra de Sodoma era como el antiguo huerto de Edén. Esto, pues, le provocó tanto más a celos e hizo que su plaga fuese tan ardiente como pudiera serlo el fuego del cielo del Señor. Y es muy razonable concluir que hombres como éstos, que se empeñan en pecar a la misma, vista y a despecho de tales ejemplos, que se les ponen delante para escarmiento, se hacen acreedores a los más severos castigos.

ESPERANZA — Esto es, sin duda, lo cierto. Pero ¡qué misericordia tan grande nos ha sido dispensada de que ni tú, ni especialmente yo, hayamos sido hechos otro ejemplo semejante! Esto nos debe excitar a dar gracias a Dios, vivir siempre en temor delante de él, y no olvidar nunca a la mujer de Lot.

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