lunes, 4 de octubre de 2010

Quién te dijo que las relaciones son fáciles ??



“Lidiar con gente complicada siempre es un problema, especialmente sí la persona complicada es uno mismo”.

Las relaciones personales no son difíciles pero se vuelven complicadas cuando no aplicamos la Regla de Oro: “Haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a tí” o “No hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a tí”. O mejor aún: “Trata a los demás como a ellos les gustaría que los trataras”.

Todos los días nos estamos relacionando con personas, quienes pueden ser nuestra pareja, nuestras familias, amistades, clientes o relacionados y es probable que con algunos nos llevemos muy bien, sin embargo con otros se nos hace cuesta arriba desarrollar una relación y esto puede costarnos un fracaso, pudiera ser emocional, físico, espiritual o financiero, hasta la pérdida de un empleo.

El experto en liderazgo, John C. Maxwell dice que: “Todos los éxitos en la vida son el resultado de iniciar relaciones con la gente correcta y luego fortalecer esas relaciones con buenas destrezas relacionales.”

¿Cómo podemos mejorar?

El primer paso para tener una relación exitosa es “ser el mejor”, y tratar a los demás como a mí me gustaría ser tratado. Esto no es solamente para obtener un beneficio de la otra persona, es para mí propio beneficio.

Por ejemplo, las parejas de matrimonios son las que enfrentan mayores conflictos y esto se va a reflejar en todas las demás aéreas de la vida, en su trato con los hijos o con los compañeros de trabajo o socios de negocios. Diversos problemas atacan a las parejas y muchas veces no se resuelven por causa del egoísmo, donde ninguno quiere dar su brazo a torcer y piensan que cada uno tiene la razón. Buscan ganar cuando lo ideal es que ganen ambos. Para lograr eso debes recordar que lo que haces a tu pareja te lo haces a ti mismo porque

están en el mismo juego. Debo seguir la Regla de Oro.


¿Estoy tratando a mi pareja como a mí me gustaría ser tratado?

¿Estoy tratando a mis compañeros de trabajo como a mí me gustaría que me traten?


Si yo hago trampas en el matrimonio, realizo cosas indebidas en el trabajo, no valoro las relaciones ni las amistades y lo que busco es mi provecho personal, me estoy engañando a mí mismo. No pienses que te estás saliendo con la tuya. Existe la ley de la siembra y la cosecha que dice: “Cosechamos lo que sembramos, más de lo que sembramos, después de sembrarlo”. Así que debo preguntarme: ¿Qué estoy sembrando en esta relación?


Porque si estoy sembrando amor, voy a cosechar amor. Pero, si estoy sembrando engaños voy a cosechar engaños. Si siembro semillas de rectitud cosecharé paz, integridad, relaciones benéficas de gran calidad y de valor permanente.


¿Qué clase de relaciones quiero tener?

Creo que todos queremos relaciones saludables, relaciones que nos hagan crecer, relaciones donde podamos sentirnos amados, y para lograrlo debemos proponernos nunca tomar ventaja de la relación, eso sería manipulación y sólo te estás engañando al final. El apóstol Pablo decía “Un poco de levadura leuda toda la masa”, es decir un poco de contaminación contaminará todo. Ahora debo preguntarme ¿Qué cosas debo sacar de mi vida que me contamina?


Recuerda el gran mandamiento dado por Dios “ama a tu prójimo como a ti mismo” no puedes amar a tu prójimo hasta que primero te ames a ti, no puedes valorar a otros hasta que no te valores a ti mismo. El punto es que no tienes ventajas sobre los demás, no estás solo y para vivir necesitas de buenas relaciones.


Hoy es el mejor momento para comenzar a vivir bajo la Regla de Oro, de comenzar a tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros, o mejor aún, como a ellos les gustaría ser tratados, nos llevaría seguramente a ser felices, productivos y a vivir en un mundo mejor.

En amor y liderazgo,

Pedro Sifontes
Coach Personal
info@liderazgocreativo.com
www.liderazgocreativo.com

Tomado del reflexiones diarias "Renuevo de Plenitud."





jueves, 16 de septiembre de 2010

Paz en medio de la tormenta

¿ES POSIBLE CANTAR EN MEDIO DEL DOLOR?

por el Hermano Pablo

Sentido, emotivo y patético fue el funeral. La iglesia estaba llena de flores; los concurrentes, emocionados. El pastor oficiante se mostraba serio, pero con un rayo de luz en el rostro.

En el pasillo de la iglesia, una iglesia bautista, de Chicago, Estados Unidos, había seis pequeños féretros. Eran los féretros de los seis hijitos del pastor, el reverendo Duane Scott Willis, muertos en el incendio de un automóvil. Junto a él, serena y tranquila, se hallaba su esposa Janet.

El órgano emitió las notas de una melodía, y toda la congregación entonó el gran himno clásico cristiano: «Sublime gracia».

¿Es posible cantar en medio del dolor? Sí, lo es.

Este suceso conmovió a toda la ciudad de Chicago. En el trágico incendio de un microbús, murieron seis hijitos del pastor Willis. El mayor tenía trece años; los dos menores, mellicitos, sólo seis semanas. El fuego inesperado y brutal los abrasó en sus llamas, convirtiéndolos en una hoguera humana.

¿Cómo pudieron los padres sobreponerse al golpe? ¿Cómo pudieron permanecer de pie, serenos y tranquilos, mientras se oficiaba el funeral? ¿Cómo iban a poder, de ahí en adelante, seguir predicando acerca del amor de Dios y la fe triunfante en Jesucristo? Por el amor de Dios que tenían en el alma y la fe triunfante en Jesucristo que atesoraban en el corazón.

Es que estaban seguros de que no habían perdido a sus hijos para siempre. Sabían que el reino de los cielos le pertenece a los niños, tal como dijo Cristo. Y los que tienen esta fe se sobreponen a todas las tragedias y calamidades de la vida.

¿Es posible cantar en medio del dolor? Sí, con toda seguridad. Esto lo han atestiguado cristianos en el transcurso de los siglos. En medio de persecuciones, de catástrofes y de castigos crueles, los verdaderos cristianos han cantado alabanzas a Jesucristo. Han seguido el ejemplo del apóstol Pablo, que cantó a medianoche en la cárcel de la ciudad de Filipos después de haber sido azotado cruel e injustamente. Y con buena razón han citado las palabras del magno apóstol a los creyentes en Cristo de esa misma ciudad: «... Para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia» (Filipenses 1:21).

Es por la fe sincera en Cristo que vencemos el dolor. Es por la fe genuina en el evangelio de Cristo que nos sobreponemos a las tragedias de esta vida. Es por la fe en Dios que cantamos cuando las lágrimas corren por nuestras mejillas. Porque sabemos que nuestro Señor nos sostiene en medio del dolor.

viernes, 16 de julio de 2010

ESTA FUE TU VIDA