lunes, 13 de abril de 2009



LA VIDA RENDIDA

“Rendir.” ¿Qué le dice esta palabra? En términos literarios, rendir significa “desprenderse de algo y entregárselo a otra persona.” También significa despojarse de algo que le ha sido otorgado a usted. Esto puede incluir sus posesiones, su poder, sus metas, y aún su vida.

Los Cristianos hoy en día escuchan mucho acerca de la vida rendida. Pero, ¿qué significa eso, exactamente? La vida rendida es un acto de entregarle de vuelta a Jesús la vida que él le otorgó. Es renunciar al control, a sus derechos, poder, dirección, a todas las cosas que usted hace y dice. Es resignar totalmente su vida a las manos de Jesús, para que él haga como le plazca.

Jesús mismo vivió una vida rendida: “He descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (Juan 6:38). “Pero yo no busco mi gloria” (8:50). Jesús nunca hizo nada por sí mismo. Él no se movió ni habló ninguna palabra sin ser instruido por el Padre. “…nada hago por mí mismo, sino que, según me enseñó el Padre, así hablo…porque yo hago siempre lo que le agrada” (8:28-29).

El rendimiento completo de Jesús al Padre es un ejemplo de cómo debemos vivir. Usted podrá decir, “Jesús era Dios encarnado. Su vida ya estaba rendida antes de venir a la tierra.” Pero la vida rendida no se le impone a nadie, incluyendo a Jesús.

“Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla y tengo poder para volverla a tomar” (Juan 10:17-18).

Jesús nos estaba diciendo, “No se equivoquen. El acto de rendirme, está totalmente a mi poder el hacerlo. Yo escojo poner mi vida. Y no lo hago porque algún hombre dijo que lo haga. Nadie está tomando mi vida de mí. Mi Padre me dio el derecho y privilegio de poner mi vida. Él también me dio la libertad de poder pasar esta copa y evitar la cruz. Pero yo elijo hacerlo por amor y porque me entrego totalmente a él.”

Nuestro Padre celestial nos ha dado a todos nosotros el mismo derecho: el privilegio de escoger una vida rendida. Nadie es forzado a entregar su vida a Dios. El Señor no nos hace sacrificar nuestra voluntad y entregarle de vuelta nuestra vida a él. Él libremente nos ofrece una Tierra Prometida, llena de leche, miel y fruta. Pero nosotros podemos elegir no entrar a ese lugar de abundancia.

La verdad es que, podemos tener tanto de Cristo como queramos. Podemos ir tan profundamente en él como nosotros elegimos, viviendo totalmente por su palabra y dirección.



David Wilkerson
Devocionales.

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