viernes, 14 de septiembre de 2007

El progreso del peregrino - Capítulo IV

CAPITULO IV

Después de algún tiempo Cristiano llegó a la puerta, sobre la cual estaba escrito: "Llamad y se os abrirá". Llamó, pues, varias veces diciendo:

— ¿Se me permitirá entrar? ¡Abrid a un miserable pecador, aunque he sido un rebelde y soy indigno! ¡Abrid y no dejaré de cantar sus eternas alabanzas en las alturas!

AI fin vino a la puerta una persona seria, llamada Buena Voluntad, le preguntó:

— ¿Quién está allí? ¿de dónde viene? ¿qué quiere?

CRISTIANO — Soy un pecador abrumado. Vengo de la Ciudad de Destrucción, mas voy al monte de Sión para ser librado de la ira venidera; y teniendo noticia de que el camino pasa por esta puerta, quisiera saber si me permitirán entrar.

BUENA VOLUNTAD — Con mucho gusto.

Diciendo esto, le abrió la puerta y cuando Cristiano estaba entrando Buena Voluntad le dio un tirón hacia sí. Entonces preguntó Cristiano:

— ¿Qué significa esto?

El otro le contestó:

—A poca distancia de esa puerta hay un castillo fuerte del cual Belcebú es el capitán: él y los suyos tiran de flechazos a los que llegan a esta puerta, para ver si por casualidad pueden matarlos antes de que estén dentro.

Entonces dijo Cristiano:

—Me alegro y tiemblo a la vez.

Tan luego que estuvo dentro, el hombre le preguntó quién lo había dirigido allí.

CRISTIANO — Evangelista me mandó venir aquí, y llamar, como hice: y me dijo que usted me diría lo que debía yo hacer.

BUENA VOLUNTAD — Una puerta abierta está delante de ti, y nadie la puede cerrar.

CRISTIANO — ¡Qué ventura! Ahora empiezo a recoger el fruto de mis peligros.

BUENA VOLUNTAD — Pero, ¿cómo es que viniste solo?

CRISTIANO — Porque ninguno de mis vecinos vio su peligro como yo vi el mío.

BUENA VOLUNTAD — ¿Ninguno de ellos supo de tu venida?

CRISTIANO — Sí, señor; mi mujer y mis hijos fueron los primeros que me vieron salir, y me gritaron para que volviese. También varios de mis vecinos hicieron lo mismo, pero me tapé los oídos y seguí mi camino.

BUENA VOLUNTAD — Y ¿ninguno de ellos te siguió para persuadirte?

CRISTIANO — Sí, señor; Obstinado y Flexible; mas cuando vieron que no podían lograrlo, Obstinado se volvió enojado; pero Flexible vino conmigo un poco más en el camino.

BUENA VOLUNTAD — ¿Pero por qué no siguió hasta aquí?

CRISTIANO — Vinimos juntos hasta llegar al Pantano de la Desconfianza en el que ambos caímos de repente. Entonces mi vecino Flexible se desanimó, y no quiso pasar delante. Saliendo pues del pantano por el lado más próximo a su casa, me dijo que me dejaba poseer solo el dichoso país: así se fue él por su camino y yo me vine por el mío: él siguió a Obstinado y yo seguir hacia esta puerta.

BUENA VOLUNTAD — ¡Ah pobre hombre! ¿Es la gloria celestial de tan poca estima para él, que no la considera digna de correr unas pocas dificultades para obtenerla?

CRISTIANO — Ciertamente le he dicho a usted la verdad con respecto a Flexible, pero si dijese yo también la verdad con respecto a mi, poca diferencia vería usted entre los dos. Flexible, es verdad, volvió a su casa, pero yo dejé el camino bueno para irme en el de la muerte, porque así me persuadió un tal señor sabio-según-el-mundo, con sus argumentos carnales.

BUENA VOLUNTAD — Conque, ¿te encontraste con él? Y quería hacerte buscar alivio de las manos del señor Legalidad sin duda. Ambos son embusteros. Pero ¿seguiste su consejo?

CRISTIANO — Sí, hasta donde tuve valor, fui en busca del señor Legalidad. Cuando estuve cerca de su casa creí que se me venía encima el cerro que estaba allí: y esto me hizo parar.

BUENA VOLUNTAD — Aquel monte ha causado la muerte de muchos, y causará todavía la muerte de muchos más. Bien, escapaste de ser aplastado.

CRISTIANO — Por cierto no sé lo que hubiera sido de mí en mi perplejidad si Evangelista por fortuna no me hubiera encontrado otra vez, pero por la misericordia de Dios él llegó a mí, de otra manera no hubiera llegado acá. Mas he venido tal como soy, que merezco más ser aplastado por aquel cerro, que estar hablando con mi Señor. ¡Oh! ¡Cuan grande es la no merecida honra de ser admitido aquí!

BUENA VOLUNTAD — Aquí no se ponen dificultades a nadie, quienquiera que haya sido; ninguno es echado fuera. Por tanto, buen Cristiano, ven conmigo un poco y te enseñaré el camino que debes seguir. Mira adelante: ¿Ves ese camino angosto? Pues por ese camino has de ir. Fue compuesto por los patriarcas, profetas, Cristo y sus apóstoles; y es tan recto como una regla. Este es el camino que tienes que seguir.

CRISTIANO — ¿No hay vueltas o rodeos que le hagan a un forastero perder la dirección del camino?

BUENA VOLUNTAD — Sí, hay muchos caminos que cruzan con éste, y son tortuosos y anchos: más en una cosa puedes distinguir el bueno del malo, porque el bueno es el único recto y angosto.

Entonces vi en mi sueño, que Cristiano le preguntó si no podía aliviarlo de su carga; porque todavía llevaba ese peso, y no podía de ninguna manera quitárselo.

Buena Voluntad le contestó:

—Con respecto a, tu carga, debes conformarte a llevarla hasta que llegues al lugar de alivio; pues se caerá de tus hombros por sí misma.

Cristiano ahora ciñó sus lomos y se preparó para el camino. El otro le dijo que a poca distancia de la puerta, llegaría a la casa del Intérprete y que allí debía llamar para que le enseñaran cosas notables y buenas. Con esto Cristiano se despidió de su amigo el cual le deseó buen viaje y la compañía del Señor.

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